miércoles, 11 de diciembre de 2013

Los locos, los buenos, y los malos

Los locos, los buenos, y los malos; todos juntos y apretados, en el mismo barco. No me extraña entonces que haya una guerra a bordo. No te extrañes tú entonces ¿De qué te asombras cuando ocurre lo indeseable? Todos vamos al mismo lugar, aunque aquel solitario desquiciado no haya acabado aun de estrellar su cabeza contra el mismo clavo, obstinado, pero irremediablemente resignado aunque no lo sepa.

Y ya ves, todos estamos rodeados de mar y de muerte. Muchos son los que están luchando contra la ejecución del salto, y en su turbio anhelo de renacer mar adentro, esperan con recelo que haya algo más allá de los axiomas que intentaron explicar una vida. Otros, no hacen más que lavar culpas parándose de lado, junto a los buenos, mirando con odio a los malos, y con ultraje, hacen tela con la desesperación de quienes no ven más que agua ¿Dónde crees que estamos tú y yo ahora? ¿Dónde crees que estamos?

A veces, no me queda otro remedio que mi soledad y mi escritura mientras las aguas salitrosas embisten con saña nuestro navío. Espero con desespero, tanto como tú, el avistamiento fortuito que nos ponga pronto en tierra firme. Amo, como los locos, en medio de la nada, a una mujer que me ha arrancado el alma. Altamar y su oscura destemplanza intentan prodigar mi voluntad, hacerme renunciar a la rosa que he elegido y que sueño algún día, ergirá a cielo abierto su retoño en la mejor de las tierras. Sueño algún día, que los sueños que tuve me abracen, que me sueñen, como yo los he soñado.

¡Qué vacuidad!, ¡qué en balde intento esta noche explicarlo todo! Si al fin de cuentas sé—por decantación— que terminaré insatisfecho de todos modos. Con o sin explicación, mi vida, se hundirá más temprano que tarde; allí donde el mar se une con el sol, no hay más que agua y otro sol, y otro… y otro.

No sé por qué desespero tanto. Derredor hay otros que van y vienen con una lubricidad de no creer. En estos tiempos, y habiendo tan poco por derrochar, ellos, parecen no advertir el disonante estremecimiento del reloj, diciendo tanto con ese Tic Tac orgulloso, férrico e inmoral ¡Qué horrible poesía la del reloj! ¡Qué métrica más absurda y despiadada!

¿A dónde me llevará esta noche la locura, y en cuál de todos esos cuartos oscuros asumiré la derrota? Lo cierto es que mientras tanto, continúa el asedio, y comienzo a sospechar que poco a poco, me he estado congregando de manera gradual con otros desesperados. Otros como yo, locos, buenos y malos. Fuimos malos porque hubo quienes con lágrimas juraron que le hemos arrancado el corazón, también hemos sido buenos, cuando nos dieron las gracias, pero lo que jamás ha dependido de cuantías, ha sido nuestra enajenación, la cual, encierra al mismo tiempo perfidia y benevolencia, soltura y sumisión, el llanto incontrolable y una alegría perniciosa, de manera tan libre y caótica, que no podemos más que acercarnos al orgullo; pero luego, llorar con profunda pena la muerte del día. El loco, es perspicaz ante todo porque sabe, que luego de la algarabía que despiertan las reuniones, uno debe enfrentar la soledad en el lecho, y esa soledad es obligatoria e ineludible, es el noveno ángulo del cubo, donde la razón jamás acudirá con la bondad de otras veces, para salvarnos de nosotros mismos. Allí, todas las palabras, las que fueron y las que vinieron, se vuelven filosos imperativos, verdades irrefutables. Allí, nos creemos tan malos como se nos ha dicho que somos.

Mientras tanto, afuera, el mar embiste en tropel y el barco resiste como si escuchara las plegarias de los creyentes. Describo el ir y venir de las olas por no volcarme al sopor de la madrugada. Prefiero seguir escribiendo, así el dolor toma forma de papel. Escribo, con abundante pena, estos delirios pasajeros. Escribo, para no olvidar tu sonrisa, para no dibujarla; porque seguramente, no sería capaz de lograr tan perfecta armonía, y temo que el papel jamás me devuelva la blancura del rayo luminoso que de ella se desprende. Escribo como si me leyeras, como si me leyeran. Así de loco hay que estar para poder hacerlo, habrá que saberse bueno, pero también un poco malo. Habrá que tener de todo en el envase. No me imagino entonces, siendo yo de otro modo. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre gustos... algo escrito

¡Qué hermosa eres tú, querida! Y quiero fundar de una vez por todas, la sospecha de por qué pienso que no me encuentro tan lejos de la verdad, cuando afirmo que en tus ojos (por ejemplo), existe quizá la irremediable desventura que conduce al extravío, producida por la fascinación y el encanto que de ellos se desprende.

 Habrá entonces detractores de mi sentencia, naturalmente. Pues así como muchos gustan de una obra clásica, hay quienes también se conforman con pobrísimas melodías. Y nada habrá para rebatir acerca de sus puntos de vista. Si los primeros arguyen que su música es preciosa, también lo harán los segundos con la suya. Podrán también ambos argumentar que los gustos de los otros, son poco decorosos. Lo cual, llevaría a cualquiera a suponer que la subjetividad, es al fin y al cabo, el fin de los cuestionamientos y por tanto, nada más habrá que decir sobre la belleza.

Pero esto, no es sino el principio de un grave error, puesto que, la imparcialidad empieza y termina con el sujeto, y el objeto, nada que ver tiene con esto. Ergo, objetos, los hay bellos y no tan bellos. Los bellos, resisten a un minucioso análisis de las partes y complejidades que lo componen: mientras más variadas sean las partes y— a su vez— en pos de servir a la estética, se las haya confeccionado con una complejidad pertinente; entonces, estamos en presencia de una indiscutible belleza. Si por el contrario, las partes son escasas, o abundantes pero desordenadas, o, poco se les ha ilustrado de complejidades, entonces estamos ante la presencia de algo no tan bello. Y sentimientos tales como el aburrimiento, no tardarán en llegar ante la ausencia de agudezas.


Yo, que te admiro tanto, cual si una obra de arte fueras, te hube contemplado tantas veces, y te he vuelto a mirar de mil formas; tanto que, en el medio de aquel viaje, no pude más que hallar la extenuación. Y aquí me encuentro, perdido, en el universo de tus complejidades y tus partes infinitas.

martes, 22 de octubre de 2013

Del Verbo Ser


Del verbo ser;
Ella y Yo fuimos, somos, y seremos
Y del mismo verbo he sido, tanto tiempo he sido…
Hasta que del mismo verbo, también  dejé de ser, porque luego fuimos.
Puesto que hoy ya no soy, porque somos.
Y sé, que por más que ocurran —entre verbos— otros sustantivos
Ninguno, por mucho que tengan de adjetivos
Harán que Ella y Yo, dejemos de ser lo que fuimos,
Lo que somos, y  lo que habremos de ser.

viernes, 18 de octubre de 2013

A mi amada suicida

Querida mía, nos encontramos tú y yo anclados en un torrente de aguas vertiginosas. El sol, que antaño brilló rebosante, hoy se oculta bruñido entre contornos de negros nubarrones. La tormenta ha adquirido un temperamento iracundo y nos vuelca y revuelca a su merced imperiosa. Somos tan fútiles ante tanto mundo jactancioso, que a veces pierdo las reales dimensiones que abrazan nuestras vidas. Dime, ¿qué nos hace falta aun para alcanzar el reparo sereno, en donde duermen plácidas las almas de éste y otros mundos? A nosotros, que tan esquivos nos mostramos a las impertinencias y tan aislados permanecemos de los oprobios, ¿qué nos hace falta a nosotros?, dos cuerpos vacuos en sustancia divina, que hemos colmado de utopías los cuencos quebradizos donde antes tañeron corazones.

Ahora, entre vacíos nocturnos y destemplanzas de madrugada, lánguidos nos amamos hasta los huesos. Inventamos fuerzas y tejemos (con pobres artimañas) una tela hecha de sueños y esperanzas. Muy lejos y en lo alto, no muy cerca del luctuoso cielo y a centímetros del mar profundo, se baten nuestros cuerpos ante la presencia majestuosa de un abismo salvaje, y no está comprobado aun si crecemos, o si vamos muriendo de a poco. Quién sabe, querida mía, cuanto tiempo más nos lleve este naufragio, si seguiremos diciendo sin ser oídos, y pensando sin ser comprendidos.

 Aquí guardo la promesa jamás rota, de inadvertir la verdad en tus ojos, que dictan sentencia de muerte a mis días cada vez que lloran. Sé, que pronto querrás dejarlo todo. Soltarás de tu pecho un furioso y reñido suspiro, te irás en contra del mundo mientras algo de sangre quede en tus venas, tan sólo, por mostrarle al odio que acuñó tu vida, que jamás ha sido más feroz que tu esencia.


Querida mía, bestial y tempestuosa, si te marchas ahora seré carroña expuesta, y desprovisto de tu piel que me hizo tantas veces de abrigo, caeré al vacío sin mas alas que mis costillas, porque, ¿qué más da?, si no es en esta vida enferma, que en el más allá  nos augure el olvido; no habrá  tiempo ni espacio ni materia, no lucirá en nuestros ojos el frenesí de los colores, ni para oír nuestras canciones del amor entre dormido. No habrá tú, ni yo, ni ellos. No habrá memorias ni besos. No habrá tampoco… ocasión de perpetuar nuestra proeza, la de amar aun sintiéndonos vencidos.

jueves, 25 de abril de 2013

Diván


—Nos acostamos juntos, nos miramos. Sabemos que al despertar, nos vamos a volver a ver y eso no nos fastidia. Por el contrario, en lo que a mi me atañe es motivo de júbilo  comprobar que aun, después de algunos años, no nos hemos acercado al epílogo. Ni siquiera creo haber leído su prólogo. Somos, al final del día, dos abismos profusos. Es amor a segunda vista. Cuando creo haber arribado a su jardín más recóndito, siempre hay un claro más allá de los valles y  luminosos paisajes de vanguardia lujuriosa, pues, ella es el paraíso después del exilio. ¡Ah si! ¿Qué podría hacerle falta a un hombre? Nada más que lo que ella posee. Porque, cuando un hombre lo ha visto todo, sólo caben dos explicaciones; una de ellas es haber contado con la suerte de cruzar el mundo entero, y la otra aún mucho más venturosa, es lo que a mí me ha ocurrido.
— ¿Y a usted qué le ha ocurrido?
—Ella doctor. A mi me ha ocurrido Ella.

sábado, 2 de febrero de 2013

Memorias de un perro


Felicidad ¿dónde estás? Y por qué, decíme por qué tengo que andar atrás tuyo oliéndote el culo como un perro enfermo  lánguido y hambriento, sí, como un perro hambriento. No ves que mientras yo te busco y creo en vano que te encuentro los años me pasan y pierdo el pelo y me rasco y me da sarna y rabia y moquillo. Y me patean los hijos de puta, me echan los pretenciosos, y me acarician los malintencionados.  Otros me quitan el hueso.  No sabés, las noches que lloré por un hueso ¡sí, por un hueso! Felicidad yo te busco y vos, ¿a dónde vas corriendo? No es de perro resentido, pero ¿por qué algunos lucen collares tan finos? Y ladran, esos perros ladran más fuerte, y claro, muchos son atendidos.  Pero cuando yo ladro ¡Ah! Cuando yo ladro me callan. Y cuando me callo soy aburrido.
 Felicidad yo te recuerdo, a menos que yo esté loco me rozaste cuando estaba distraído, y después nunca mas siquiera algo que me sirviera de consuelo, qué sé yo, un palito, alguien a quién devolvérselo, no sé. Ayer vi como un ovejero se moría, pero para mí, más que la vejez fue la tristeza. Porque yo no soy estúpido, ese perro antes brillaba, lo veía pasar unas veces con un diario, y otras con una pelotita marrón en la boca. Alguien lo esperaba. Pero días antes de su muerte noté que ni el diario ni la pelotita marrón ni un carajo que llevara entre los dientes. Simplemente se quedaba como un poste en una esquina. Como esperando algo que se le había perdido y no sé, llamáme loco, pero pensé en vos, pensé en vos felicidad y en tu forma tan extraña de dejarnos todo y a la vez nada. Y el pobre me veía como yo lo miraba, pero jamás me ladró ni un poquito. Y ayer, bueno, ayer perdió la esperanza.
Felicidad estoy languideciendo, y a pesar de esto jamás se me dio por comer lo que no era mio. Y antes, cuando fui cachorro, mostraba los dientes pero de morder ni hablemos. ¿Qué es eso de morder y dejar una marca de por vida? Así haya sido un mordisco merecido, no quiero que me recuerden por malo. Aun así, parece que tan bueno no he sido, los que se fueron no volvieron, ya ves, yo te estoy reclamando. Pero eso si, no me tomes por esos perros que se dejan jalar el rabo, ni por esos que andan maltrechos buscando un golpe que de una vez por todas les arranque el alma completa.  Mientras tenga dientes te voy a seguir buscando. Felicidad cuando te encuentre, juro  te voy a morder tanto, que ni los usureros que dicen poseerte podrán de mi arrancarte.  Aunque quizá si me encuentre ya muy cansado, tan solo dé las últimas vueltas, y me acueste al lado tuyo. Al fin y al cabo, eso, es todo lo que se puede hacer después de una búsqueda tan agotadora. Felicidad, tan solo recostarme a tu lado, como el perro que cierra los ojos y el mundo entero se desvanece, como ayer se apagó ese ovejero.